domingo, 13 de abril de 2008

INMIGRACIÓN CHINA


Los chinos llegaron a partir de 1849 a cumplir una cruel e injusta labor en las islas guaneras (ISLA DE CHINCHA) y las haciendas costeñas; los japoneses, dentro de otro esquema de inmigración, llegaron por familias desde finales del siglo pasado a colonizar tierras vacías o a trabajar en el agro costeño, y que pronto se convirtieron en un grupo dinámico dentro del pequeño comercio urbano. Ya en el presente siglo llegó, poco a poco, otro contingente de chinos pero ya reunidos en familias, en una inmigración radicalmente opuesta a la de los coolíes del siglo XIX.


A partir de la década de 1850 los trabajadores chinos fueron reemplazando a los esclavos negros en las haciendas de la costa. La presencia de estos miles de inmigrantes o “colonos chinos” –coolíes– como eufemísticamente se les llamó, fue consecuencia de la necesidad de un mayor número de trabajadores por parte de los propietarios de la costa peruana. De esta forma se iniciaba la solución a la permanente, y tantas veces denunciada por los hacendados, escasez de mano de obra para la agricultura costeña.





Los propietarios percibieron de inmediato los beneficios del trabajo de los coolíes en las haciendas. Con el conocimiento ancestral que tenían del trabajo agrícola y con su esfuerzo físico permitieron el notable incremento de la producción en las plantaciones de caña y algodón. Los capitales surgidos del guano y la favorable coyuntura del mercado externo fueron parte confluyente que permitió la modernización y el enriquecimiento de la elite nacional. Por ello, a pesar de las prohibiciones legales del Estado peruano (como en 1853) y de las protestas internacionales, la llegada de los coolíes al Perú fue continua y creciente. Y en este interés no sólo se encontraban los propietarios agrícolas sino también los contratistas que vieron en el tráfico de estos semiesclavos un negocio bastante lucrativo. De este modo, entre 1849 y 1869 llegaron alrededor de 50 mil coolíes y entre 1870 y 1874 fueron desembarcados otros 50 mil.


OPIO VENDIDO POR INGLATERRA AL PERÚ 1855-1879
Los coolíes debían trabajar durante 8 años para sus patrones –ya sea como cultivadores, hortelanos, criados, pastores o trabajadores en general– por el pago de 1 peso semanal; diariamente se les repartía una libra y media de arroz y una cantidad de carne o pescado (de cuando en cuando recibían un camote o un choclo para matizar el arroz), y anualmente se les entregaba una frazada y dos vestidos. Por lo general, no se respetaba el descanso dominical. De otro lado, era común encontrar en las grandes haciendas del norte una tienda –tambo– donde el coolíes, si tenía los medios o las ganas, podía comprar tocino, té, pan o pescado para mejorar su magra ración; asimismo, podía encontrar el tradicional opio, conseguido por comerciantes, y fumarlo como pasatiempo o para escapar momentáneamente de su cruel situación.


CONDICIONES DE TRABAJO

Sin embargo, como en tantas épocas de la historia, los chinos también crearon sus propios mecanismos de resistencia y rebelión ante un sistema harto opresivo. Algunas fueron acciones individuales, otras colectivas pero casi nunca masivas. Con los chinos vuelven el cimarronaje o fuga, los tumultos, las rebeliones y los asesinatos. También aparece el suicidio como actitud de protesta. En efecto, muchos terminaron por quitarse la vida, aunque otros murieron debido al desgaste físico, la mala alimentación o al efecto de alguna epidemia o enfermedad. Para uno de los más importantes estudiosos sobre la presencia china en el Perú, Humberto Rodríguez Pastor (1989), no es operativo considerar a los coolíes como esclavos, trabajadores alquilados, siervos o asalariados; resulta mejor calificarlos como semiesclavos porque según los contratos de trabajo:

  1. Las obligaciones que tuvieron con los primeros patrones estuvieron regidas por normas contractuales mutuamente exigidas y controladas.

  2. El trabajador chino no era propiedad de un patrón al que podía dejar al momento que finalizaba su tiempo obligatorio precisado en su contrato, y si le era conveniente aceptaba de manera voluntaria recontratarse.




  3. En la sociedad peruana no había condiciones para que continuara reproduciéndose la esclavitud que, por lo demás, daba muestras de finalizar desde antes de que se iniciara el siglo XIX. En efecto, había un nivel que era el contractual y otro el de la realidad. Los contratos tuvieron una relativa importancia porque de alguna manera dieron pautas y definieron obligaciones entre los chinos semiesclavos y los patrones.

No hay comentarios: